Para mí nunca ha sido fácil decir adiós.
Las despedidas son de las cosas más tristes que me han pasado en la vida.
A veces creo que por eso, cuando comienzo a leer un libro; toda entusiasmada y revestida del encanto de sus personajes, embutida en sus problemas, hazañas, despistes, locuras, derrotas y victorias, a medida que me voy acercando al final mi velocidad de lectura disminuye. Entonces, en lugar de leer 5 capítulos en una noche, leo 3, luego 2, y así...
Cuando lo inevitable se va acercando, un nudo comienza a formarse en mi garganta; pero, cuando por fin llega, y termino de leer ese trozo de mi vida que nunca he vivido, no puedo hacer otra cosa que soltar el libro, abrazarme a mi almohada y llorar, llorar,llorar...
Lloro porque no volveré a ver a Boo Radley una vez cerrada la puerta de su casa, lloro porque Randal Patrick McMurphy quedó en estado vegetal defendiendo su libertad, lloro porque a Santiago Nassar lo mataron siendo inocente, por Ana Isabel (una niña decente), lloro por Esteban (el ahogado más hermoso del mundo), por la Nena Daconte y su bebé nonato, y sobre todo por Billy Sánchez lloro.
Lloro porque Florentino Ariza tuvo su final feliz. Por el último de los Buendía comido por las hormigas. creo que por quien más lloro es por El Principito, ese muchachito de rubios cabellos que 25 veces he dejado allá, en el desierto de El Sahara.
Sí, definitivamente las despedidas no son para mí. Por eso, he vuelto a tomar este libro para reencontrarme con mi viejo amigo el Maestro Don Gregorio.
Esta vez, no he de llorar... espero.

Entiendo lo de las despedidas, me pasaba mucho cuando era más joven. En ese entonces los libros que iba leyendo se convertían en tesoros reales. También por el asunto de las despedidas era la última en salir de las salas de cine... casi siempre con los ojos rojos como si hubiese terminado con el novio que no tenía:) o con la mirada perdida en una reflexión que nadie entendía. La certeza está en que siempre habrá buenas obras literarias y buenas películas que podremos disfrutar y despedir, aunque parte de nuestra alma ya haya sido robada por otras historias. Es un asunto cíclico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Carmen R.
Gracias por leer... un abrazo!
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